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Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Primera Narración de la Colección «Evocando»

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Recuerdo I. « ¡Ah!, ¡el mundo de los mayores! No sabía que estaba a punto de cruzar el umbral de dos de las principales vías de comunicación adulta: la marcha y el habla. »

 

***

Evocando...  Hacia el mundo exterior [Recuerdo I]

 

«RECUERDOS… RECUERDOS…» 

Sentada en el suelo de la cocina, la niñita tenía en la mano algo que se llevaba a la boca. Sin embargo  su atención se hallaba concentrada únicamente en mamá y en la abuelita que charlaban frente a ella arrellanadas, una en una silla alta, la otra en una bajita. 

Miraba embelesada sin escuchar lo que decían; ellas conversaban felices mientras sus manos se movían ágilmente empleadas en alguna costura.

Pero la pequeña sostenía un solo pensamiento: los pies de ambas llegaban hasta el suelo. ¡Cómo deseaba ser capaz de hacer lo mismo! ¡Ah!, ¡el mundo de los mayores! No sabía que estaba a punto de cruzar el umbral de dos de las principales vías de comunicación adulta: la marcha y el habla.

Las veía libres, descuidadas de todo lo demás que no fuera su conversación o la labor que hacían. Allí estaban, seguras de no caerse del asiento; ¡tampoco daban importancia al maravilloso hecho de poder reposar los pies en el piso!

Con nueve mesitos sin cumplir, la niña era tan chiquitina que sus pensamientos resultaban un tanto difusos; no obstante, su deseo resaltaba fuertemente. Y fue entonces, fue en ese preciso momento, cuando algo en su interior pareció inundarla de una energía nueva, de un arranque hasta entonces desconocido que la impulsó a ponerse en pie sola.

No supo cómo lo hizo. En el proceso solamente advertía el suelo cada vez más distante; las baldosas, con su entramado claro-oscuro, parecían alejarse vertiginosamente. No comprendía bien lo que pasaba, pero sentía muy dentro de sí una alegría inmensa… una alegría tan grande como no recordara; una intensa impresión de sobrecogedor deleite en el mismo centro del pecho. ¡Ese recuerdo se le quedó grabado para toda la vida!

De improviso se encontraba en una situación hasta entonces desconocida. ¡Estaba de pie! Erguida en la cocina, por vez primera se sostenía solita. Nadie la miraba; ella era el único testigo de tamaña proeza. Con todo, lo único que le importaba era que por fin pronto sería como ellas, ¡pronto podría sentarse y sus pies alcanzarían el suelo!

Pero entonces se encontró dando un paso…, y luego otro… ¡Oh!, ¡tamaña revelación produjo bruscamente un cambio en sus prioridades! Sentía la liviandad del aire rozando su cuerpecito en contraste con la solidez habitual de las losetas cuando se desplazaba a gatas; notaba que se acercaba a mamá, a la abuelita, ¡pero desde una perspectiva bien distinta a la que solía! ¿Qué había cambiado? Aunque no era consciente de ello, lo que pasaba es que las percibía más ´accesibles´; de hecho, a partir de ahora la aproximación a cualquier condición iba a resultar más rápida, mucho más expedita…

Cuando la miraron y vieron que daba sus primeros pasitos prorrumpieron en una radiante sonrisa mientras le abrían los brazos, lo que llenó de júbilo a la niñita. Sus pasos no eran inseguros, ¡solo en los primeros instantes se estremeció viéndose los piececitos tan lejanos sobre el pavimento!; sin embargo enseguida trasladó la atención al objetivo y salvó con firmeza la corta distancia que la separaba de ellas.

La gracia de andar suelta llenó su corazón. ¡Ah!, realmente sí que las prioridades habían cambiado y no fue hasta bastante tiempo después, ya rondando los siete años, que le volvió a preocupar si sus pies llegaban o no al suelo cuando se sentaba. Sencillamente se acostumbró a permanecer en la silla con las piernas colgando mientras las movía alternadamente con ligereza expresando la inmensa alegría que sentía. Toda inseguridad por mantenerse derecha en los asientos desapareció: ¡no se caía!

Así fue durante años...

A la vez que el movimiento, llegó el habla. Súbitamente un día se arrancó a hablar. Su media lengua hacía reír a cuantos la escuchaban. Se atrevía con todo, pronunciando a su manera las palabras complejas y ligando las frases con desparpajo y desenvoltura. 

¡Etapa de grandes cambios! Demasiado pequeña todavía para dar forma estable a sus pensamientos, primaba el poderoso tirón que la propulsaba hacia arriba… Quizás por ello, en el transcurrir de los días, se acostumbró a recorrer la casa sobre la punta de los deditos de sus piececillos descalzos tal si fuera una alada bailarina de ballet clásico…; ágilmente se desplazaba de una habitación a otra canturreando y riendo sin parar.

Era tan, tan movida que muchas veces exasperaba a mamá. Pero eso apenas hacía mella en la criatura. Osada y emprendedora, el mundo que la rodeaba –tan a mano ahora en su nueva postura alzada– se tornaba más presente, aunque de momento viviera casi exclusivamente en el horizonte de su núcleo interior. Atrás quedó el cortísimo tiempo del uso del tacataca; su mamá lo había retirado enseguida, apenas vio que no lo necesitaba y también para evitar las continuas trastadas en sus veloces carreras por el pasillo y contra las puertas. Igualmente le gustaba usar las gafas de la abuelita a modo de patinete, deslizándose sobre ellas por toda la casa...

El formidable impulso vital la inducía a explorar el entorno, impulso que el tiempo y el conocimiento se encargarían de transformar, ajustándolo gradualmente a unos Principios Superiores de expresión.

Un mundo de libertad se le abrió el día en que se echó a andar. No se puede decir que fuera algo paulatino, ese mismo día caminó, trotó y venció la vertiginosa sensación que solo instantáneamente había rozado su conciencia. Como magia calculada, el inicio del habla, igualmente repentino, vino de la mano. A tan temprana edad acababa de adquirir dos habilidades que, combinadas, le ofrecían caminos de conexión francamente útiles en su crecimiento. 

El momento había llegado. Su Ser, por ahora embutido en un cuerpecito muy pequeño, deseaba ya comenzar una relación más eficaz con el exterior. Estaba preparada para obtener información de forma más directa que hasta entonces; preparada para ejercer una mayor influencia en su periferia; preparada para una interacción con el medio externo más fructífera. Se hallaba muy lejos de comprender que en realidad se dirigía hacia un mayor entendimiento del funcionamiento de la Vida; básicamente nadaba en un mar de experiencias, la mayoría aparentemente inconexas, cuyo denominador común era el aprendizaje, la preparación para un estadio adulto donde ahondar en lo que realmente importaba: manifestar el Espíritu a través de la vida que iba construyendo.

No obstante, para pasar por nuevas fases de descubrimientos más sutiles aún habría de crecer. Hasta cerca de los dos añitos no se le presentó la siguiente oportunidad significativa para madurar.

Pero esa historia será contada en otro momento…


FIN

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