Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Por amor, Leto percibe la música inherente a las personas y cosas. Gracias a ello puede ayudar a su nueva compañera de instituto.


***

La Canción de Leto 


    A Leto le gustaba escuchar en el silencio porque intuía la Melodía que a través del aire penetraba toda la ciudad; y cuando miraba las caras de las personas con que se cruzaba, y cuando veía la forma en que caminaban o se movían, notaba la sutilidad con que esa Música acariciaba el alma de esas personas.   

  — «Creo que muchas no la pueden escuchar», pensaba; pero también sabía que otras muchas sí, aunque no todas se dieran cuenta de ello. « ¡Tantas veces se sienten felices sin saber por qué…!».  

   También percibía la música, grata o disonante, prendida en las palabras; el sonido y el compás acompañando los pensamientos y sentimientos. Y sabía que siempre, siempre se podían afinar más, logrando Armónicos más elevados. Bastaba con elegir palabras buenas y alimentar sólo pensamientos y sentimientos bellos.  

    Sentía la sinfonía latiendo en cada instante a través de las flores, del agua, de los coches que pasaban, del aire…, y hasta del Sol cuando saluda y también cuando se esconde.  

    En la escuela advertía en sus compañeros y en los profesores el acorde variopinto de sus melodías internas. Eso le ayudaba a comprender a las personas y muchas veces le hacía intuir cómo comportarse para poder apoyarlas. 

   Cinco días atrás, una nueva alumna había llegado al colegio. Acababa de venir a la ciudad. La habían incorporado a su clase y sentado junto a ella. Al observarla supo que, a pesar del persistente chirrido que la circundaba, un día llegarían a ser grandes amigas. 

    Leto miró a su compañera de pupitre.

    — «Tengo una nueva goma… Toma, ¡borra de maravilla». Y le acercó su nueva adquisición. Además de borrar bien, olía a fresa y era de color rosa. 

    En silencio, Elisa, que era como se llamaba, alargó la mano extrañada. No le dio las gracias; sólo la cogió y pareció encerrarse más en sí misma. Un sonido sordo y molesto comenzó a runrunear alrededor de ella.

    Leto no sabía cómo calmarla. El molesto sonido se había intensificado en su compañera sin que ésta ni siquiera lo sospechara. Era fruto de la ansiedad y a la niña sólo se le ocurrió tocar su mano mientras le decía en bromas: 

    — « ¡Pero no te la comas!».  

    Al instante cesó el sordo ruido y una débil música como de violines lo sustituyó.   

   Aquella tarde comenzaron la tarea que dos días antes les habían asignado en clase de Educación Física: crear y ejecutar una tabla de gimnasia rítmica por parejas.  

     Se juntaron en casa de Leto, grabaron la canción en el ordenador y se pusieron a ello. 

    Fueron cinco tardes de intenso trabajo y ensayos, donde apenas si hablaban más que de lo mínimo requerido. Elisa parecía no querer conversación.  

    En los silencios que se hacían mientras descansaban, y por su comportamiento general, Leto comenzó a comprender el enorme esfuerzo que le suponía a su compañera estar allí. Sin embargo, poco a poco parecía ir aclarándose el aura que la rodeaba y se la veía más feliz. 

    — «Creo que a mi madre no le gusta que venga, pero como es para el colegio…», comentó Elisa un día.

    Y mientras lo decía, Leto sintió que se iba debilitando el suave campanilleo que había acompañado a su amiga esa tarde. 

     — « ¿Por qué? ¿No desea que estés con otras niñas?».   

   Elisa le explicó que, desde que sus padres se separaron, su madre apenas se divertía y parecía disgustarle que ella saliera. Por eso, en su antiguo hogar, cada vez fue quedando menos con las amigas. Echaba mucho de menos ver cada día a su padre y además, desde que se mudaron, notaba que estaban más apartadas que nunca del resto de la gente.  

      Leto pensó que quizás era Elisa la que, sin saberlo, se estaba aislando porque se encontraba triste, pero no lo dijo.  

    — «Probablemente echáis mucho de menos algunas cosas de antes; pero, aunque todo sea distinto, seguro que podéis hacer otras muchas y pasarlo también muy bien». 

     Elisa la miró y se encogió de hombros. Cuando Leto percibió la sutil musicalidad que de ella empezaba emerger, continuó diciendo:

   — «Podrías apuntarte a danza. ¡Después de esta tabla, seguro que te admiten a la primera! Yo voy todos los sábados por la mañana».

    Ahora la música brotaba a su alrededor en un crescendo rítmico y alegre; un liviano aroma floral se hizo presente y Leto supo que se habían convertido en amigas.  

    — «Ya verás, esta tarde te acompaño a casa y le pedimos permiso a tu madre», le dijo.  

      — «Pero…», comenzó a objetar Elisa; sin embargo, se calló al instante. ¿Por qué no? Puede que el silencio de su madre fuera desgana; quizás simplemente es que no podía alentarla. «Tal vez yo la pueda ayudar», pensó animada.«Sí, quizás pueda convencerla para que también ella salga más y comience alguna actividad que le guste».   

      Entonces ocurrió algo insólito: ¡En ese instante una especie de Música llegó a la conciencia de Elisa!; y no la percibía con los oídos, no. Era más bien la Música callada que se siente en el pecho, en la garganta; la Música que nace y sale desde el Corazón.   

    Advertía Su dulce cadencia emergiendo desde las cosas que la rodeaban, desde Leto y desde el interior de su propio cuerpo.   

    Levantando las manos, contempló bien de cerca sus palmas para apreciar el Sonido que proyectaban. Escuchó a su alrededor atentamente, y, mirando a su amiga, ambas sonrieron y aceptaron la grácil Armonía que se instalaba en sus corazones y en sus vidas.  

    Riendo, salieron a la calle y, en un súbito impulso, se tomaron de la mano y echaron a correr alegres, elevando con su bella Melodía todo aquello que miraban.  

  

FIN