Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

En reiteradas visitas al ´Pequeño Mundo Creativo´, chicos de distinta edad y condición aplican y pulen el uso de sus dotes creativas. 


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Pequeño Mundo Creativo 


Tan feliz se hallaba la jovencita, tan dispuesta y centrada, que aligeraba cualquier ambiente o circunstancia; ya su sola presencia tendía a iluminar los ánimos. 

Mariana era su nombre y la llamaban Marianita.  

Durante todo el curso supo mantener el ritmo exigido salpicando cada experiencia con esa vitalidad humorística y cabal tan propia de ella. Con esfuerzo, sentido común y orden, fue siguiendo las pautas que le marcaban los distintos niveles que debía superar.    

Ahora, dejando atrás su cajita ya vacía, volvía gozosa a casa, a su verdadero hogar. Acababa de concluir el que había resultado ser el último peldaño de su actual periodo formativo.    

 Consumada quedaba la tarea asignada: cada elemento de la caja había sido desenvuelto, aplicado y exitosamente gestionado. Un rastro de fértil creatividad sembraba el mundo que abandonaba; los frutos de su labor atestiguaban el enorme entusiasmo que había suscrito cada uno de sus actos.  

Fue algún tiempo antes cuando inició su última incursión a lo que popularmente denominaban ´Pequeño Mundo Creativo`. 

Este nombre hacía referencia a la actividad básica que sus visitantes realizaban en él, una labor de creación y profusión a partir del contenido completamente individualizado de una caja que debían llevar consigo.   

Numerosos paquetitos reunidos en su interior constituían una promesa de ampliación y mejora si aprendían a utilizar correctamente los variados artículos que dichos paquetitos encerraban, magnificando sus potencialidades según fueran destapándolos y  aplicándolos en el mundo que les rodeaba.    

Entonces aún no sabía de cierto que precisamente en esta ocasión lograría su graduación, y sencillamente aguardaba en el andén de la estación, junto a otros niños, el tren que la llevaría hacia su próximo destino y hacia su perfeccionamiento en el uso de sus dotes creativas…  

Jovencitos de distinta edad y condición esperaban tranquilos la marcha mientras portaban su caja en los brazos. Cada uno había recibido el bonito paquete bien envuelto en sendos papeles brillantes de variadísimos colores con lazos de diverso tamaño y confección; algunos llevaban florecillas engarzadas en minúsculos ramilletes que lo realzaban; otros quizás ciertas pegatinas de graciosos motivos selladas en una pátina dorada o plata, incrustadas con lentejuelas u otros abalorios de un tamaño apenas perceptible, pero que daban vivacidad al conjunto.      

Dentro de la rítmica continuidad que imprimía sus vidas, de nuevo se encontraban en una de las fases en que marchaban a un lugar un tanto lejano escogido por sus padres y los grandes maestros para realizar el curso de prácticas y aprendizaje que a cada cual le correspondiera. La clase y duración del curso se ajustaba al nivel de preparación individual, y relativamente pocos eran conscientes realmente de lo que les esperaba.  

Pudiera parecer extraño que no alborotaran más ante la incipiente partida; pero eran chicos tan felices, viviendo vidas tan hermosas, que aquellas escapadas a los diversos parajes del ´Pequeño Mundo Creativo` no les atraían especialmente. Más bien era al contrario muchas veces y, aunque comprendieran la necesidad de hacerlo, se resistían a ir.   

Como equipamiento se les hacia entrega de una caja cuyo contenido no podían desenvolver hasta llegar al sitio asignado.

Dentro de cada una había un sinnúmero de paquetitos herméticamente cerrados.  Allí la experiencia consistiría en ir descubriendo y usando poquito a poco su contenido según fueran adquiriendo habilidad para utilizarlo adecuadamente. 

Una vez revelado cada uno de sus componentes y empleado con eficacia, podrían volver victoriosos de su pequeña empresa.   

Claro, que no siempre era así.

Ocurría muchas veces que el aprovechamiento era un tanto deficiente, y muchos de estos queridos niños se distraían con lo que allá, en esos lejanos parajes, encontraban.

Obnubilados por el ambiente inmediato, confundían las prioridades desligándose de su verdadero cometido: descuidaban la cajita y todo o gran parte de lo que contenía, desatendían la guía orientativa que invariablemente acompañaba a dichos elementos, y olvidaban el objetivo real que les había llevado a realizar ese viaje.    

Después, cuando volvían, comprendían con precisión la banalidad de la ingente cantidad de actividades inútiles con que habían llenado su tiempo, arrepintiéndose de no haberlo manejado más cabalmente.

Contritos, se hacían la firme promesa de no repetir más tamaño desperdicio en oportunidad, tiempo y energía. No obstante, en la siguiente ocasión unos conseguirían corregirse más que otros, y eso dependería en gran parte del grado de madurez en que se encontraran.   

En ese momento un grupo grande de niños de distinta edad y condición esperaba al tren. Cada cual portaba un itinerario que le marcaba en dónde debía bajarse y hacia dónde dirigirse, así como las pautas que le facilitarían los primeros pasos hasta situarse en el punto exacto ya previsto para realizar su particular cursillo.

Las condiciones sociales, la familia temporal que les acogería y todos los pormenores estaban previamente estudiados y encauzados; sin embargo la mayoría de esos chicos los desconocían con antelación, y sencillamente seguían fielmente la ruta marcada según se la iban encontrando hasta hallarse instalados en el contexto designado.

Una vez allí era el momento de abrir la caja y, orientándose con las instrucciones digitalizadas que venían dentro, ir haciendo uso de los distintos elementos que contenía.  

Marianita miraba al resto de sus compañeros. Siendo una de las mayores, había realizado ya bastantes viajes; por ese motivo conocía a muchos de ellos y sabía más o menos a quién vería en su nuevo destino. Sin embargo, en ese momento necesitaba centrarse en su misión específica y, puesto que tenía una idea bastante clara del contenido de su propia caja, trataba de mantenerse ecuánime para sacar el máximo partido al nuevo curso que tenía por delante. 

 

Cuando llegó el tren que debían tomar, la inminencia de lo que se les acercaba pareció transformar el ánimo del grupo encendiéndose una expectación general. Fueron apeándose  según les correspondía a lo largo de su recorrido, y es así como una vez más se cumplía otro eslabón de este ciclo de estudio y experimentación. 

Con alegría Marianita halló en su nueva situación, y ayudada por el minúsculo dispositivo digital que venía en la caja, la forma de ir comprendiendo cómo y cuando abrir cada uno de los paquetitos, afinando su discernimiento para poder reconocer la ocasión idónea para su uso.   

Encontró que unos llevaban minúsculas semillitas que habían de ser plantadas. A este respecto se decidió a estudiar los componentes naturales que potenciarían su crecimiento, y con diligencia cursó estudios de botánica, meteorología, orografía y otras materias relacionadas con el tema.  

Otros contenían planos para la construcción de invernaderos. En esta ocasión profundizó en sus conocimientos arquitectónicos básicos y se dedicó a ampliar muchos de los estudios que ya había abordado.  

A medida que abría los distintos paquetitos constataba que todos, de algún modo, estaban relacionados entre sí, y que cada uno se apoyaba en los anteriores para ahondar, y también ampliar, las áreas de experimentación que ella se iba trabajando.  

Fue muy divertido, y su carácter entregado le llevaba a cumplir profusamente las expectativas que cada envoltorio iba desvelando.     

El ´Pequeño Mundo Creativo` había dado a Marianita una gran oportunidad que ahora le abría nuevas puertas hacia otros ´Mundos Creativos` más grandiosos aún, más espectaculares.

Al tomar el tren que la llevaba a casa, su radiante sonrisa parecía otorgarle alas. 

 

FIN

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